Belén tiene 27 años y es tucumana. Su nombre últimamente fue muy escuchado, y no precisamente por alguna cosa buena: hace más de dos años, tuvo un aborto espontáneo en el Hospital Avellaneda de su ciudad, y desde allí se convirtió en una víctima más de muchos de los aspectos que cotidianamente demuestran que las mujeres aún son el género vulnerable del sistema social imperante, pese a ciertas cuestiones que pueden considerarse avances.
¿Qué sucedió? Luego de que sucediera el aborto espontáneo (así afirmado con certidumbre por el médico a cargo), se la acusó de atentar contra la vida del niño por nacer, cuando en realidad no hubo ningún elemento de voluntad de su parte en la situación que vivió.
Pese a ello, fue enviada a prisión a modo preventivo, bajo la acusación de haberse inducido el aborto. A la ya cuestionable imputación, se suma un nuevo elemento controvertido: la prisión preventiva es un instituto mentado para casos excepcionales, en los que exista peligro de fuga por parte del imputado, o pueda el mismo generar entorpecimiento probatorio. Claramente Belén no encuadra en uno ni en otro caso. Si bien las cárceles están sobrepobladas de imputados aún no juzgados, esto no torna menos irregular la situación de la joven, enviciando aún más el proceso al que se la sometió.
Pero no todo termina allí: finalmente fue juzgada, y condenada a 8 años de prisión por homicidio. Cabe destacar que en nuestro sistema jurídico, el aborto sólo está permitido en dos casos: cuando está en riesgo la salud de la madre, o cuando el embarazo se da producto de una violación a mujer, y cito textualmente, "idiota o demente". Asimismo, y en una suerte de tercera situación de permisión, se encuentra tratado por la Corte Suprema, mediante un protocolo, el caso de los embarazos producto de abusos sexuales. En este marco fue condenada. Aunque el aborto encuadrable en esos tipos penales nunca sucedió…
No obstante, y fuera del debate de si debe o no despenalizarse la interrupción voluntaria del embarazo, lo cierto es que no estamos frente a ninguno de esos casos: Belén sufrió un aborto espontáneo, algo que sucede con relativa frecuencia a las mujeres embarazadas: se dan entre 1 y 2 casos cada 10, y eso no se encuentra tipificado entre los delitos de nuestro ordenamiento jurídico. Y la interpretación de las normas penales, por tratarse de las más graves acciones en las que una persona puede incurrir, debe ser restrictiva.
Pero Belén está presa, y esto nos obliga a reflexionar sobre su caso, que tuvo el azar de visibilizarse, y el de tantas otras jóvenes como ella de las que nunca llegamos ni llegaremos a tener conocimiento. Una vez más me permito escapar del debate sobre la despenalización del aborto. Es necesario ir más allá, para ver las raíces de la cuestión: Belén es mujer, y esta es una más de las- tristemente- muy frecuentes situaciones en las que la condición de género acaban por determinar la suerte de una persona.
Belén tuvo un aborto espontáneo. A Belén se la acusó injustamente de un delito que no cometió. Su caso no se investigó, cometiendo burdos errores como lo fue no acudir a un examen de ADN para determinar la relación biológica entre el feto y la imputada. Se la encarceló en prisión preventiva cuando no había razones ni elementos para hacerlo. Se la condenó bajo esas mismas circunstancias. A Belén la denigraron, la invisibilizaron, la redujeron a la calidad de objeto.
Lamentablemente su situación sólo alcanzó cierta repercusión en sectores políticos y mediáticos hegemónicos, después de que la actriz Dolores Fonzi- en una destacable actitud- levantara un cartel de “Libertad para Belén” en el momento en el que pasa a agradecer un premio que recibió.
Tenemos que ser conscientes de que su caso es representativo de un gran grupo de mujeres que sufren de forma similar, y de una sociedad que se permite tratar de esa forma al género femenino. Lo que vivió esta joven de Tucumán trasciende ampliamente la discusión alrededor del aborto, y pone delante de nuestros ojos aquellos maltratos y violencias a los que cualquier mujer puede verse expuesta. Sí, a nuestras madres, hermanas, hijas, sobrinas, nietas, amigas también puede sucederle.
El caso de Belén fue tomado por un grupo de organizaciones del tercer sector que buscan impulsar un proceso respetuoso de sus derechos y garantías, persiguiendo la verdad y marcando la innumerable cantidad de errores en los que se recayó.
No obstante, lo que le pasó a Belén nos genera indignación, porque pone ante nuestros ojos la forma en que nuestra sociedad trata a sus mujeres. Una indignación que pide desesperadamente una- utópica tal vez- forma diferente de comportarnos, empezando por su libertad.
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